viernes, 2 de diciembre de 2011

Las flechas en la aljaba (XV): la Cruz permanece

Hoy traigo una flecha para incorporar a nuestros pensamientos constructivos, para crecer en la fe y tenerlos a mano en los momentos de duda o indecisión.


Stat Crux dum volvitur orbis


Traducción: La Cruz permanece mientras el mundo gira (o la Cruz no cambia mientras el mundo sí)


(Divisa de la Orden Cartuja)


No podemos gobernar el mundo. Pero sí podemos gobernarnos a nosotros mismos.
¿Qué hacemos a diario con nuestros pensamientos?
¿Dejamos que campen a sus anchas?
¿Sentimos la necesidad de poner algunos límites al inmenso campo de nuestra mente?
¿Poseemos a nuestros pensamientos o ellos nos poseen a nosotros?
¿Nos volvemos esclavos de ellos?
¿Pensamos para aclarar nuestras ideas o para liarnos aún más y volver a empezar?


Sugerencia: instalar una gran Cruz en el centro de ese inmenso campo que nos sirva de referencia, para que cuando nuestra mente divague, nos sirva de faro para regresar a lo que es sólido en nuestras vidas, a lo que no cambia, a lo que permanece para nuestra seguridad y refugio.







domingo, 27 de noviembre de 2011

Citas Bíblicas que deberíamos leer los católicos (X): la salvación es para mi casa

Hechos de los Apóstoles 11, 13


Pedro habla en primera persona:


"... En aquel preciso momento llegaron a la casa donde estábamos tres hombres enviados desde Cesarea en busca mía. Entonces el Espíritu me dijo que me fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron estos seis hermanos y entramos en casa de aquel hombre. Él nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía: 'Manda recado a Jafa y haz venir a Simón, llamado Pedro; él te dirá palabras que traerán la salvación a ti y a tu casa'..."


Siempre pensamos que la salvación es algún logro individual que nos corresponde, de manera similar al premio que merece el atleta por sus esfuerzos en la carrera.


Y pensamos que, igual que el atleta, el premio es personalísimo.


Pero la salvación no se funda en otra cosa sino en la misericordia divina. Nadie, ni el mayor de los santos, podría comparecer ante Dios y exigir su cuota de salvación como algo que le es debido.


Ninguno nos ganamos nuestra propia salvación como si fuera un logro personal, sino que Cristo nos la ganó con su entrega y sacrificio. Nosotros, con nuestras obras, nos adherimos a la persona y a la salvación ganada por Cristo.


Sin obras no hay salvación, del mismo modo que sin obras no hay amor. El "amor teórico" no existe, sino que ha de transmitirse y manifestarse en obras. Ese "amor teórico" en realidad no es amor. (St 2, 14ss)


Pero además, el ángel es claro: "... él te dirá palabras que traerán la salvación a ti y a tu casa...". La salvación no es algo meramente individual. Si Dios me promete la eterna felicidad, parece que esa felicidad no sería tal si no pudiera gozarla junto a mis seres queridos.


Este es un gran misterio, pero es así. Nosotros podemos hacer algo por la salvación de nuestros seres queridos: amarles, darles testimonio de fe y rezar por ellos y por su salvación, en vida y después  de su tránsito.


Santa Mónica oró durante casi 20 años por la conversión de su hijo San Agustín. Y sus oraciones consiguieron lo que tanto anhelaba.


Valoremos, hermanos, este don tan precioso y pongámoslo por obra: recemos por los que tenemos cerca de nosotros, por nuestros hijos, padres, hermanos, familiares, amigos. A ellos nos debemos y podemos hacer algo por su salvación.


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