viernes, 16 de septiembre de 2011

Pensamientos (XLI): Beato Juan Pablo II, el Grande: Hacer lo que Dios quiere.

Sin embargo, no se trata sólo de saber lo que Dios quiere de nosotros, de cada uno de nosotros en las diversas situaciones de la vida. 
Sino que es necesario hacer aquéllo que Dios quiere.


Beato Juan Pablo II, el Grande


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martes, 13 de septiembre de 2011

Las flechas en la aljaba (VIII): Qué hacer cuando nos engañan

No hace mucho tiempo, un santo sacerdote que vivía pobremente daba limosna a un mendigo. Una persona de buena fe, viendo la escena, se le acercó y le dijo:
"Padre, usted tiene un gran corazón y hace una obra maravillosa. Pero ese hombre es un degenerado, ha cometido crímenes, maltrata a su familia, utiliza el dinero para cosas deshonestas...".
El sacerdote, hombre de Dios y prudente, le interrumpió y le dijo:

"Él me dice que es para una necesidad, y yo le creo.
Lo demás depende de su conciencia"


La búsqueda sincera de la santidad corre frecuentemente el riesgo de caer en la efectividad a costa de lo verdaderamente importante, el amor
Las palabras de este santo sacerdote nos revelan la íntima coherencia de los actos de los santos, no siempre evidente a todos: el amor solicitado por Cristo de todos nosotros no está condicionado a la obtención de resultados
El Señor no quiere que busquemos la rentabilidad en nuestros actos, sino la expresión más pura posible del amor y la cercanía con los demás.
El amor al que debemos aspirar es el que consiste sólo en dar, y no esperar nada a cambio. 
El amor que me pide Jesús no depende de la conciencia de mi prójimo, sino de la mía.
Éste es el amor auténtico.

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domingo, 11 de septiembre de 2011

Los regalos misteriosos de Dios

Aunque Margarita fue una persona con un sentido religioso en su vida, su padre, Roberto, no lo tuvo.  Vivió al margen de la fe  aunque en el fondo no fue una mala persona. Además, la relación entre ambos no puede decirse que fuera la mejor posible. 
Vivían en un población costera y no compartían casi ninguna afición en el día a día. No tenían mucha sintonía entre ambos y así fue pasando la vida.
Llegó la hora en que ella tuvo que enfrentar la muerte de su padre, víctima de una larga enfermedad. Sus sentimientos pugnaban en su interior, pues aunque no había renegado de él nunca, la relación se había enfriado hasta distanciarlos en buena medida.
Las cosas se precipitaron de una manera imprevista, y cuando el médico le dijo que su situación era prácticamente irreversible, ella preguntó si le quedaría mucho tiempo de vida. El doctor no supo qué contestar.
Súbitamente en lo primero que pensó fue en llamar al capellán del hospital en que estaba ingresado para que le administrara el sacramento de la unción de enfermos. No pasó mucho tiempo cuando el sacerdote llegó hasta su lado; el enfermo no estaba consciente, por lo que los intentos de comunicarse con Roberto fueron inútiles. El sacerdote, con extrema delicadeza le administró los santos sacramentos y la bendición de Su Santidad y le dirigió a ella unas palabras de consuelo y de apoyo.
Él falleció a las pocas horas. 
Ella no dejó de pensar que aquello había sido preparado por Alguien para que sucediera así, no por azar, sino guiado por su mano poderosa: en lo primero en lo que pensó al oir al médico fue en preparar lo más importante, la salvación del alma de su padre, apenas hubo el tiempo justo para administrarle los últimos viáticos, todo salió rodado...
Probablemente si él hubiera estado consciente, no sabemos si hubiera pedido los sacramentos, pero Dios lo preparó todo así. Y de esta manera le hizo saber a ella que aunque su relación no había sido la mejor mientras los dos vivían, su padre sí era importante para Él. Dios y sus prioridades.
Durante muchos años ella agradeció a Dios todos los días este don que había recibido: Dios salvó a su propio padre, cuando ella  ya lo daba por perdido para la fe, y haciéndolo, le había hecho una caricia inolvidable.
Otras personas viven una vida de fe firme y leal, y la pedagogía divina no estima necesario comunicarle a sus familiares que necesiten de un último consuelo. Pero Roberto había estado alejado de la Iglesia, sin mala voluntad pero con dejadez e indolencia, y Dios quiso hacerle el regalo a su hija de saber a ciencia cierta que algo que era muy importante para ella, le había sido otorgado a su propio padre en sus últimos momentos.
Qué dulces son las caricias que Dios nos hace cuando menos las esperamos.


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La unción de los enfermos perdona los pecados

La unción de los enfermos perdona los pecados

Abrimos hoy el Catecismo de la Iglesia y nos dirigimos al n. 1532. En él encontramos la doctrina católica sobre los efectos del Sacramento de la Unción de los enfermos.
Es muy útil que conozcamos esta doctrina para nuestra propia vida y la de las personas que dependen de un modo u otro de nosotros.


Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1532: 
La gracia especial del sacramento de la Unción de los enfermos tiene como efectos:
— la unión del enfermo a la Pasión de Cristo, para su bien y el de toda la Iglesia;
— el consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los sufrimientos de la enfermedad o de la vejez; 
— el perdón de los pecados si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de la penitencia; 
— el restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud espiritual; 
— la preparación para el paso a la vida eterna.


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