jueves, 11 de junio de 2009

El humo de la tergiversación


Es muy frecuente que nos encontremos campañas publicitarias de todo tipo en las que podemos encontrarnos fotos llamativas que pretenden atraernos y captar nuestra atención.

Esta labor forma parte del medio publicitario: convencer visualmente del argumentario básico a transmitir en una campaña. Pero con mucha frecuencia, nos encontramos con imágenes que pueden impactar a primera vista, pero que en realidad resultan tergiversaciones que no conducen a aclarar la verd
ad que se debe transmitir en una campaña publicitaria.

Para aclarar esta idea, me remitiré a explicar las fotos que acompañan a este artículo como ejemplo. La primera de ellas, la que encabeza este texto, es verdaderamente espectacular. Un grupo de chimeneas cerca del horizonte vierten a la atmósfera un humo espeso que nos induce a pensar en una grave e intensa contaminación. El espectáculo que se brinda es bello y aterrador a la vez.

Sin embargo, convendría realizar un análisis más detallado del contenido de la foto. Las chimeneas se encuentran en una situación muy próxima al horizonte, y por tanto, muy lejanas al observador. Sin embargo, la mayor parte de las chimeneas presentan una anchura considerable, hasta el punto en que, aún en la lejanía, se aprecia visiblemente su grosor.

Estas chimeneas grandes, que arrojan a la atmósfera un volumen importan
te de un humo espeso no son otra cosa que... evaporadores de agua. Sí. Ese 'humo' que se ve salir por esas chimeneas no es un humo contaminante, ni nada que se le parezca, sino vapor de agua. En el ciclo del agua de las centrales térmicas, estas chimeneas forman parte del proceso final de enfriamiento de la misma.

Es cierto que las chimeneas que son mucho más estrechas y tienen forma de lápiz sí pueden estar expulsando el contenido de gases fruto de la combustión en la caldera de la central de un combustible fósil. Pero utilizar fotos tergiversadamente no puede justificarse sólo por la parte de verdad que contengan, cuando el impacto de la foto reside precisamente en la falsedad.

Mentir es mentir, se haga por quien se haga y contra quien se haga. Ambas fotos pertenecen a una campaña publicitaria de un organismo de la Iglesia y no por eso debemos justificar su uso. Debemos amar la verdad por encima de todo, y no ceder ante posibles buenos fines. Cristo es para nosotros ejemplo y fundamento de Verdad y no podemos transigir con estos principios.

En la segunda foto podemos apreciar todo esto en más detalle. Se aprecian perfectamente los dos tipos de chimeneas: las anchas que vierten vapor de agua, y las estrechas que vierten humo de la combustión.

Para quien quiera ampliar esta información, puede hacerlo a través del enlace siguiente:

Esquema de una central térmica

miércoles, 10 de junio de 2009

martes, 9 de junio de 2009

Pensamientos (XXXII): Vittorio Messori


Hay verdades evangélicas, y en absoluto secundarias, que – sobre todo, hoy – tendemos a olvidar, a eliminar. Una de estas realidades incómodas, que todos estaríamos contentos de evitar, es confirmada con fuerza por el mismo Jesús. Es la pregunta dramática que dirige, como advertencia, a sus discípulos de cualquier tiempo: «Creéis que he venido a traer la paz al mundo? Os digo que no, sino división». Una «división» tan profunda que no se detiene, ni siquiera, ante los vínculos más firmes, los de la sangre: «Pues en adelante estarán divididos cinco en una casa, tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra» (Lc 12,51 ss.). Como se confirma en el pasaje paralelo de Mateo, el Hijo del Hombre «no ha venido a traer paz, sino espada; ha venido a «separar» (Mt 10,34 s.).
....


Es una premisa importante, pues esta dinámica evangélica afecta también a María; más aún, le afecta en primer lugar entre todas las criaturas en la Iglesia y de forma muy especial, dada su relación con el Hijo. No es sólo un atentado al buen gusto, sino también a la dimensión dramática del Evangelio, el clima azucarado y retórico de determinadas devociones marianas, inmersas en el irrealismo siempre desengañado, de demasiado fáciles «es suficiente un poco de buena voluntad para apretujarnos todos en torno a la Madre del Cielo…».

... para decirlo como un Padre antiguo: «Quien ame a todos se salvará, pero quien quiera ser amado por todos, no se salvará».


Vittorio Messori, escritor y periodista (1941).

lunes, 8 de junio de 2009

Citas bíblicas que deberían leer los protestantes (VII)

(Para leer el primer artículo de esta serie, pinche aquí.
Para leer el artículo anterior, pinche
aquí.)

Permanezcan en mí, como yo permanezco en vosotros. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco vosotros, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. (Jn 15, 4 y 6).

Jesús dice claramente que tenemos que permanecer en Él para tener vida. Y cabe la posibilidad de que nos alejemos. De hecho, Él se dirige a sus discípulos, que ahora lo siguen, pensando en la posibilidad de que lo abandonen.

La pregunta surge a continuación: ¿cómo podemos saber si permanecemos en Él?. La respuesta la tenemos de los mismos labios de Jesús:

El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. (Jn 6, 56).

Para permanecer en Él, tenemos que comer su carne y beber su sangre. Y esto sólo podemos hacerlo en el seno de la Iglesia católica.

El capítulo 6 del evangelio de San Juan es catalogado por la doctrina protestante como simbólico. Sin embargo, una lectura atenta del texto, descarta esta posibilidad: la multitud sigue a Jesús en busca de nuevo alimento. Jesús les dice que Él es el pan vivo bajado del cielo. Que han de comerlo a Él, en su carne, y beberlo, en su sangre. Aquello les impresiona hasta el extremo de que piensan que eso es demasiado, que no merece la pena seguir a ese Maestro que les pide algo tan irreal que suena a bárbaro. Y la multitud abandona a Jesús.

Cuando todos esperaríamos que Él saliera corriendo tras los que se marchaban, Jesús se vuelve a sus discípulos y les dice: ¿También vosotros queréis marcharos?. Esta pregunta es el punto de no retorno de este capítulo: Jesús es el alimento, aunque no lo entendamos. Y Él no está dispuesto a renunciar a sus palabras por mucho que le cueste perder muchos que le sigan, porque la Verdad no tiene discusión posible.

El evangelista es tan claro al respecto que en este texto usa dos formas verbales para aludir al acto de recibir el cuerpo de Cristo: al comienzo se habla de que es necesario comer a Cristo, y hacia el final del pasaje, ya es masticarlo. La intención pedagógica, por tanto, es clarísima: se trata de comer a Cristo, y por si alguien duda de cómo es ese comer, la aclaración nos lo dice: ese comer es un comer físico, real, es masticar.

Juan 6 es un capítulo justamente antisimbólico, es de los que narra hechos con una gran carga de fuerza de verdad: la multitud que tiene hambre y sigue a Jesús a ver si les da alimento fácil, Jesús que les deja clara las cosas a pesar de que aquellos dejaron de seguirle, los discípulos que son interpelados por si quieren marcharse también...

Y Pedro, en su boca, pone las palabras que todo cristiano debería poner en la suya: ¿A quién vamos a ir, si Tú tienes palabras de vida eterna?.

Señor, no entendemos cómo puede ser la Eucaristía, pero la aceptamos porque eres Tú el que nos la ha dejado. Y nos lo has dicho muy claro. Quien pretenda comprender la eucaristía en lugar de aceptarla, se equivoca.

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